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viernes, 8 de julio de 2011

Las Manos Abiertas

Un día un chico de trece años paseaba por la playa con su madre.  Hubo un momento en que la miró con insistencia y le preguntó:-  ¿qué puedo hacer para conservar un amigo que he tenido mucha suerte de encontrar?  La madre pensó unos momentos, se inclinó y recogió  arena con sus dos manos.  Con las dos palmas abiertas hacia arriba, apretó una de ellas con fuerza.  La arena se escapó entre los dedos.  Y cuanto más apretaba el puño, más arena se escapaba.  En cambio, la otra mano permanecía bien abierta: allí se quedó intacta la arena que había recogido.  El chico observó maravillado el ejemplo de la madre entendiendo que, sólo con abertura y libertad, se puede mantener una amistad, y que el hecho de intentar retenerla o encerrarla, significa perderla.

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